Revista
iberoamericana de
contabilidad de gestión
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EL
PARADIGMA DE CALIDAD REFORMADA
EN
EL SERVICIO PÚBLICO UNIVERSITARIO
Profesora
de la Universidad Nacional de Cuyo (Argentina)
resumen Si
bien existen muchos estudios sobre la gestión de la calidad en educación,
sin embargo, dichos estudios suelen estar enfocados, principalmente, hacia
la evaluación del proceso enseñanza-aprendizaje y la mejora de los
resultados a través de indicadores de inputs y resultados; sin embargo no
son frecuentes los análisis profundos de los procesos educativos desde el
punto de vista de la concepción de la gestión de los citados procesos y
actividades. En este trabajo abordamos precisamente estos últimos
aspectos, “adaptando” la gestión de la calidad total al contexto público
universitario. palabras
clave: Gestión
Calidad Total, Calidad Servicios, Calidad Educación, Calidad
Universidades Públicas, Nueva Gestión Pública. |
1.
hacia una nueva concepción de la gestión pública universitaria.
La gestión pública universitaria puede ser conceptualizada como la
aplicación de aquellos recursos que son necesarios para alcanzar los objetivos
públicos socialmente deseados y para la consecución de unos fines que la
sociedad ha encomendado a las instituciones universitarias. Sin embargo, desde
el punto de vista analítico y social la concepción de la gestión aplicable a
las universidades puede ir variando con el tiempo. De hecho así ha ocurrido, y
en la actualidad, se demanda de las universidades públicas una gestión moderna
y eficaz para el logro de sus objetivos.
Las tensiones y exigencias que experimentan los sistemas educativos para
dar respuesta a las múltiples demandas recibidas desde diversas instancias
sociales les han obligado a adaptarse continuamente a las nuevas circunstancias.
Ello ha determinado la puesta en marcha de procesos de cambio, a veces
acelerados –llámense reformas o no–. En algunos países y en muchos casos,
dichos cambios tienen una dimensión exclusivamente local e institucional; en
otros, se refieren a ámbitos más amplios, de carácter regional, nacional o
internacional.
En
América Latina, la tradición de estudios sobre el cambio en educación
superior ha puesto énfasis principalmente en las transformaciones inducidas por
la implementación de políticas públicas, dejando de lado los efectos
variables que ellas producen en las universidades, sin atender a las
peculiaridades de implementación de dichas políticas a nivel de las
instituciones individualmente consideradas (Brunner y Martínez Nogueira; 1999:
33-34). En este sentido, la mayoría de estos estudios realizados
en el último tiempo se centra a nivel de sistemas[1],
en particular, las nuevas modalidades que adopta el financiamiento público y su
impacto sobre los sistemas y las instituciones.
Más
allá de la diversidad interna y multiforme de los procesos de cambio, desde una
lógica democrática, la mayoría de los países que los afrontan manifiestan un
claro interés por una valoración de sus resultados (Tiana; 1996: 49-50).
Desde la lógica de la nueva gestión pública estamos, pues, ante
un punto crucial de este nuevo paradigma, en un proceso que se ha venido
denominando de “modernización”, como marco de investigación e iniciativas
para la renovación de las organizaciones universitarias,
y la mejora del servicio público de la educación superior. Dadas estas
perspectivas, los elementos que dibujan el contexto de la nueva gestión pública
pueden ser resumidos, tal como expresa Córdoba (1998: 29), en los siguientes:
a) Entorno económico, caracterizado por la globalización, la moderación del
gasto público y, eventualmente, el proceso de reducción del sector público.
b) Entorno social, caracterizado por la crisis de legitimidad de “lo público”,
la mayor presión ciudadana, manifestada como reequilibrio de posiciones
ciudadano-Administración, y la demanda social de mantenimiento de una amplia
presencia del sector público. c) Entorno político-institucional, caracterizado
por la multiplicidad de agentes e interlocutores, y por la necesidad de
articulación de los ámbitos político y administrativo. d) Entorno cultural
caracterizado, de una parte, por la aspiración de los gestores públicos a los
valores de autonomía, responsabilidad y evaluación de los resultados y, por
otra, por el marco de referencia de la calidad.
En este contexto, las Universidades públicas, convertidas en sistemas
altamente complejos y diversificados, deben lograr la consecución de sus
objetivos con el cumplimiento de unas exigencias como son la mejora de la
calidad de las instituciones, y la eficiencia en su funcionamiento. A este
respecto, la calidad –si bien debe ser analizada desde una perspectiva
multidimensional– debe ser entendida en su doble vertiente: por un lado,
garantizar la calidad de formación que emana de la universidad, así como de
todos sus productos o servicios y, por otra parte, acometer de forma más
eficiente el conjunto de tareas que emprenda la institución universitaria. Por
tanto, esta visión implica una mejora continua de la gestión, tanto académica
como económico-financiera.
Es
por ello que, en la última década –principalmente, en los últimos años–,
tanto los gobiernos y administraciones de los distintos países, así como los
estudiosos y expertos en la materia han dedicado esfuerzos hacia la búsqueda de
nuevos modelos de organización y de gestión, adaptados a las nuevas exigencias
del entorno actual.
Para algunos autores y expertos, la mejora de la calidad de la educación
“pasa por la evaluación sistemática y rigurosa de los procesos de cambio y
de las reformas educativas” (Tiana; 1996: 51); para otros, mediante la
implantación de nuevos modelos de gestión y de conducción de los sistemas
educativos. Otra corriente de pensamiento señala la necesidad de modificar los
órganos de gobierno de la universidad, su estructura y funciones. Sea cual
fuere el enfoque con el que se quiera abordar el proceso de mejora de la calidad
debemos, principalmente, acotar qué entendemos por “calidad” en la
universidad y a qué variables está referida su conceptualización y mejora.
Si
bien el estudio de la calidad en la educación universitaria ha sido abordada en
los últimos años desde múltiples enfoques y, aunque todas las formulaciones
de política educativa sitúan a la calidad de la educación como un concepto
estratégico, éste sigue teniendo un status ambiguo. La calidad ha sido
enfocada primordialmente hacia la calidad de la docencia –empleando una
definición operacional de la calidad, a través de porcentajes de logro de
objetivos pedagógicos (Casassús, Arancibia y Froemel 1996: 124)–, u otros
indicadores tradicionales para evaluar el desempeño de los sistemas educativos
–evolución de la matrícula, cobertura, repetición, deserción, etc.– o de
sus productos o centros. En todos los casos se toma como base el proceso de enseñanza
motivado, a nuestro entender, entre otros aspectos, porque constituye una de las
variables de más fácil medición. En el contexto de este debate, la evaluación
institucional ocupa un lugar cada vez más central; en
coherencia con este planteamiento, la nueva lógica de la calidad en la
educación universitaria y la eficiencia del sistema educativo ha llevado, en
primer lugar, a interesarse por la actuación profesional y por la formación de
los docentes –considerados siempre una pieza clave de la acción educativa–,
así como por el proceso de diseño, y de desarrollo curricular, o del centro
docente donde se desarrollan estos procesos, así como la organización y
funcionamiento de dichos centros (Tiana; 1996: 46-47). Sin embargo, su estudio
implica diversos niveles de análisis,
además de la necesidad de delimitar el marco conceptual de lo que debe
entenderse por calidad en educación.
El
enfoque de la calidad con el que abordamos nuestra propuesta se enmarca dentro
de la concepción de la gestión pública universitaria como un paradigma
integrador[2],
pero teniendo en cuenta las aportaciones de Gunn (1996: 54):
“Ciertamente,
la docencia y la investigación en la gestión pública deberán incorporar sus
principales elementos del ámbito de las políticas públicas pero también de
la gestión empresarial y de lo que hemos denominado la gestión genérica.
Finalmente, no debemos olvidar lo que continúa siendo relevante en la vieja
tradición de la administración pública, ya que sus principios permanecen
importantes en varios aspectos: aspectos que nos muestran la gestión dentro del
sector público como algo necesariamente diferente de la gestión en el mundo de
los negocios.”
Lo
anterior implica que se debe llevar a cabo un análisis e integración de las
diferentes dimensiones de la gestión universitaria –estratégica, pública,
instrumental, social, estructural y académica– vertebrada en torno a una
filosofía de gestión de la calidad como un sistema de gestión integrado, a
través de la gestión, seguimiento y control de las actividades acometidas
–enmarcadas en unos procesos de gestión más amplios–, así como el impacto
que estas actividades tienen en los servicios y programas públicos
universitarios. Lo que ha de permitir visualizar las actividades realizadas,
“sin olvidar que en este tipo de organismos el auténtico resultado no es el
económico, sino el derivado del impacto social de sus servicios, programas,
actividades y proyectos, lo que obliga a acometer el análisis con un enfoque
diferenciado respecto al que habitualmente se emplea en el sector empresarial,
integrando así elementos tales como: responsabilidad pública, equidad social,
igualdad de oportunidades, etc.” (Castelló y Lizcano; 1998: 246).
La línea argumental anterior conlleva necesariamente la búsqueda de una nueva definición de calidad, lo que
implica considerar seis aspectos: su objeto, su unidad de análisis, sus
indicadores, su medición –si es posible la identificación de sus costes u
otras medidas de ejecución– sus componentes, y sus dimensiones. Sin embargo,
es importante destacar que el análisis de nuestra propuesta,
si bien se enmarca en la filosofía de la calidad total, no se refiere al
proceso de enseñanza-aprendizaje, sobre las que se abordan la mayoría de los
estudios sobre la calidad de las universidades hasta la fecha, sino que viene
referida a los procesos de trabajo
internos de la Universidad, vinculada con todos sus niveles de gestión, y
manteniendo la orientación al cliente, tanto al cliente externo como al interno
de cada proceso, no únicamente orientado a los alumnos –como clientes de la
organización–. Por tanto, la noción de calidad que vamos a desarrollar se
incluye en el marco de un sistema integrado de gestión, basado en los procesos
y actividades, concibiendo a la Universidad como una unidad de gestión.
2.
aspectos
metodológicos relacionados con la gestión de calidad en las universidades públicas.
Obviamente, la realidad universitaria tiene objetivos, funciones y fines
distintos de la realidad empresarial. No obstante, la gestión de una
Universidad, al igual que la mayoría de las organizaciones, tiene por objeto
organizar a personas y recursos de la mejor manera para lograr los objetivos
propuestos, como un proceso
permanente de mejorar sus resultados –tanto financiera como académica y
socialmente–, que implica la búsqueda de la excelencia, del
perfeccionamiento de las personas, y una mejora en la asignación y
utilización de los recursos. Este proceso o ciclo racional –en el cual
conviven las distintas racionalidades[3]
técnica y política–se desarrolla a través de cuatro fases fundamentales,
tal como se muestra en la Figura 1: a) Organización: mediante la distribución
de responsabilidades y funciones, según el contexto de referencia; b)
Planificación: según determinados objetivos, lo que supone un ordenamiento de
las acciones en el tiempo y en el espacio; c) Ejecución o implantación de los
objetivos identificados en la planificación; d) Control: para verificar los
resultados de la ejecución respecto de lo previsto, así como cuál es la
importancia relativa que tienen las diferencias según su interpretación, y cuáles
son las acciones correctivas propuestas.
Figura 1
El proceso de gestión universitaria. Fases fundamentales
Mejorar
la gestión universitaria para asegurar la calidad del servicio, es mejorar la
metodología en cada una de estas fases. Dicha metodología comprende la
interrelación de los diversos elementos que componen la organización
universitaria que, a través de su concepción como proceso permite integrar
tanto los diferentes subsistemas que la componen –humano, técnico, político,
cultural y de dirección–, así como la multidimensionalidad –académica,
social, estratégica, estructural ,instrumental y pública– propia de la gestión
universitaria.
Las
propuestas de gestión de calidad total revelan cómo es posible integrar la
idea de proceso, subsistemas y dimensionalidad en la gestión universitaria,
“adaptándolas” a las condiciones particulares que supone la prestación del
servicio público de la educación superior, tal como se muestra en la Figura 2.
Nuestra propuesta en materia de calidad en el contexto universitario no apunta hacia la implantación de planes o programas de gestión de calidad en la organización universitaria, sino hacia el desarrollo de la política global de calidad como un sistema de gestión integrado para lograr los objetivos de potenciar la transparencia, la receptividad y la actividad de las Universidades públicas hacia los destinatarios y ciudadanos, y optimizar la utilización de los recursos humanos, económicos y materiales, lo que implica la mejora de la calidad y el servicio al cliente -interno y externo- como una estrategia que guía la continua mejora de los procesos en cada organización universitaria, tal como se ha mostrado en la Figura 2. En este contexto, y dada la pluralidad de matices sobre los enfoques con que se abordan los objetivos de mejora de la calidad, es importante realizar una delimitación conceptual de los mismos. No obstante, y con el propósito de establecer aquellos objetivos más concretos que pueden considerarse necesarios como estrategias de mejora de la calidad, es necesario la identificación del objetivo(s), una metodología que permita una mejor comprensión y nivel de análisis, lo que puede enfocarse a partir de las diferentes dimensiones o perspectivas de la calidad en el ámbito universitario, tal como analizaremos en los próximos epígrafes.
Figura 2
Integración de los procesos, subsistemas y dimensiones en la gestión pública universitaria
2.1. Enfoques relacionados con la
medición de la calidad en los servicios públicos: Calidad objetiva y calidad
percibida; calidad técnica y calidad funcional; receptividad.
El
desarrollo y la operatividad del nuevo paradigma de calidad en los servicios públicos
se puede abordar en un primer nivel de análisis, tal como expresa Villoria
(1996: 137-140), en torno a dos variables: la naturaleza pública de las
organizaciones donde hacer efectiva la calidad, y el concepto de servicio. En
relación a la variable pública, depende de si nos encontramos ante relaciones
en el interior de las organizaciones públicas o relaciones con los ciudadanos,
y a la especificidad y diferenciación de servicios que éstas aportan, tal como
es el caso del servicios público de la educación superior. En cuanto a la
relación con los ciudadanos, la OCDE (1996: 19), y como consecuencia del cambio
de paradigma de la nueva gestión pública, incluye entre sus propuestas que la
Administración Pública del futuro debía ser una “Administración
receptiva”. No obstante, y antes de analizar lo que implica la conceptualización
de “receptividad”, es necesario detenernos en torno a otras dimensiones de
la calidad.
En
este marco y respecto al concepto de servicio es fundamental distinguir entre
calidad del producto y calidad del servicio. Así, un producto puede ser
analizado en términos de calidad en función de su mayor o menor “conformidad
con las especificaciones -o especificación-”. En las Universidades públicas
se refiere a productos en torno a procesos que dará lugar al servicio público
de la educación superior. Sin embargo, continuando con las aportaciones del
autor antes mencionado, en sus relaciones externas, el sector público provee
servicios y la medición de calidad plantea importantes problemas. En este
sentido, es esencial considerar que el servicio no es un objeto, sino un proceso
lo que nos lleva al análisis de otras variables o dimensiones.
Considerando
la calidad del servicio en su totalidad, tal como señalan Redondo y Ribeiro
(1998: 59), es necesario distinguir entre dos dimensiones integrantes de la
misma: la calidad técnica y la calidad funcional. La calidad técnica puede
concebirse como el nivel de excelencia en el servicio recibido, es decir,
aquello que el cliente recibe y que puede ser medido de una manera objetiva. Por
su parte, la calidad funcional se refiere a la “forma” en que el servicio es
prestado y en que el cliente recibe el servicio. Estas dimensiones, a su vez, se
encuentran estrechamente relacionadas con otras dos dimensiones de la calidad:
la calidad objetiva y la calidad subjetiva o percibida. La calidad objetiva
tiene que ver con los aspectos objetivos respecto de la supremacía y excelencia
de un producto o servicio, la cual puede ser medible y evaluable respecto a
especificaciones o estándares propios del producto o servicio, y se refiere a
la forma en que se desarrolla un servicio, es decir, a la forma en que se
desarrolla el proceso. La calidad percibida –subjetiva– se refiere a la
percepción o satisfacción de los usuarios o destinatarios del producto o
servicio; es decir, a cómo lo reciben los usuarios; por tanto, depende del
juicio valorativo de los ciudadanos, clientes, y destinatarios. Esta es la idea
que sostienen Parasuraman, Zeithaml y Berry (1993: 17-26) para quienes la
calidad de servicio es una evaluación de conjunto similar a la actitud. En
opinión de estos autores el factor clave para lograr un alto nivel de calidad
en el servicio es igualar o sobrepasar las expectativas que el cliente tiene del
servicio. Lo que conlleva a dificultades de medición o evaluación, por las
propias características del servicio: a)Intangibilidad: ya que son prestaciones
y experiencias más que objetos, se hace sumamente difícil establecer
especificaciones precisas para su elaboración que permitan estandarizar su
calidad. b)Heterogeneidad: por lo general, la prestación varía de un productor
a otro, y de un usuario a otro, por lo tanto, depende del sujeto receptor y de
sus percepciones ya que los usuarios no sólo evalúan la calidad del resultado
final que reciben, sino que también del proceso de recepción del servicio.
c)Indivisibilidad: la producción y el consumo de muchos servicios son
inseparables. En general, los usuarios de los servicios se encuentran allí
donde se producen, observando y evaluando el proceso de producción a medida que
experimentan el servicio. Esto conlleva a que la calidad de los servicios se
produce, generalmente, durante su entrega o prestación: interacción entre
cliente y proveedor.
Según
Grönroos (1994), existen dos determinantes de la calidad percibida: la esperada
y la experimentada; ésta última depende de la calidad técnica –de lo que se
da– y de la funcionalidad –cómo se da–. Así pues, de los diez
determinantes[4]
que especifican Parasuraman, Zeithaml y Berry, ocho dependen de la calidad
funcional, lo que nos da una idea de la importancia que tiene la dimensión
funcional de la calidad percibida. En este sentido, Gómez Suárez, Méndez y Pérez
Conesa (1994: 172-173) establecen una distinción entre calidad y satisfacción.
La satisfacción se define como un estado psicológico resultante de la emoción
a que dan lugar las expectativas no confirmadas, acompañada de un sentimiento a
priori del consumidor sobre la experiencia del consumo. Satisfacción es una
valoración de una transacción específica, mientras que la calidad es una
valoración global, por tanto, sobre la base de esta distinción, una acumulación
de valoraciones específicas conduce a una valoración global: la dirección de
causalidad es de satisfacción a calidad del servicio.
Por
tanto, la calidad del servicio depende de la calidad esperada y de la calidad
percibida –experimentada–,esta última a su vez depende de la calidad
funcional y de la calidad técnica, y ésta de la calidad objetiva, tal como se
muestra en la Figura 3.
Por
su parte, las dimensiones de la calidad en las organizaciones públicas puede
comprender la mejora de la calidad técnica, la receptividad, o bien la mejora
de las actividades.
El
término “receptividad[5]”
responde a la idea de la Administración-servicio, o la receptividad de la
Administración; por tanto, es una consecuencia del funcionamiento de la
Administración y, en primer lugar, una disposición de ánimo (OCDE; 1996: 19).
Así, para la OCDE lo esencial de una Administración receptiva es la capacidad
de respuesta respecto de las necesidades de los clientes-ciudadanos, a través
de cuatro grandes ejes de acción : a) La comprensibilidad de la Administración
a través de su transparencia; b) Responder a las necesidades reales de los
ciudadanos y a su satisfacción; c) Accesibilidad del sistema tanto en términos
espaciales y temporales, como de comunicación y conocimiento; d) Participación
activa de los ciudadanos (López Camps; 1998: 41).
Por
su parte, el Observatorio de la Calidad de los Servicios Públicos del
Ministerio para las Administraciones Públicas de España adopta estos cuatro
campos de actuación propuestos por la OCDE y, en relación con la calidad
objetiva de los servicios públicos, establece diferentes dimensiones sobre los
que se pueden realizar actuaciones de mejora y susceptibles de medición, tal
como señala Senac Azanza (1995: 211-213), a través de: a) La receptividad, la
cual comprende la transparencia -mejor acceso a la información, posibilidad de
consultas, disposición de los funcionarios e identificación de ellos, etc-,
accesibilidad y trato, y la capacidad de respuesta a las necesidades reales de
los ciudadanos. b) La calidad
técnica a través de la cual se pueden integrar dos elementos de evaluación,
ya sea a través de la medición y valoración de las especificaciones y
características propias del producto o servicio, o bien a través de mediciones
de no-calidad de los productos: errores, demoras en las tramitaciones, quejas,
etc, y c) La
actividad (es). A través de este enfoque se pretende medir y evaluar los
aspectos relacionados con los resultados de los procesos que puedan influir en
el nivel de calidad del servicio, ya sea referido a outputs –productos–, y
si es posible en términos de impacto, es decir, efectos sociales conseguidos.
Figura
3: La calidad del servicio: Sus dimensiones
Además
de medir la efectividad en la prestación de los servicios –outcomes–,
pretende medir aquellos aspectos –o variables– que influyen en la eficacia
de los servicios; lo cual comprende entre otros aspectos, la optimización
de los recursos necesarios para cumplimiento de los objetivos, la
supresión de trabas o barreras burocráticas, etc.
En
este contexto, el paradigma de calidad en el ámbito universitario, supone la
integración de las dos variables definidas inicialmente: el concepto de
servicio y la naturaleza pública de las Universidades, teniendo en cuenta en
ambos casos sus diferentes dimensiones.
En
este sentido, la calidad del servicio público universitario debe ser entendida
como un proceso que debe ser gestionado tanto a nivel macro –a nivel de
sistema público universitario y en relación con la ciudadanía– como base de
su legitimidad, como a nivel micro, es decir, individualmente por cada
institución. Este nivel micro de calidad es el que puede ser gestionado por
cada Universidad, y que comprende la calidad de los procesos internos, la
optimización de los recursos, las relaciones humanas y la relación con los
clientes, destinatarios o usuarios –internos y externos–, como un sistema
integrado de gestión de calidad “reformada” y “adaptada” a las propias
especificidades del contexto universitario, tal como se muestra en la Figura 4.
A
partir de los conceptos y dimensiones analizados no encontramos, pues, que
algunos principios de la gestión de la calidad “ortodoxa” –propia del
sector privado– deben ser modificados para adecuarlas a las especificaciones
propias del contexto universitario.
2.2.
El paradigma de calidad “reformada” en el ámbito público
universitario.
Si
bien los principios de gestión de la calidad “ortodoxa” se basan en una
orientación hacia el cliente, a través de una metodología que,
a partir de los recursos humanos y de una serie de herramientas y
técnicas de gestión, permita mejorar
los resultados y procesos que tengan lugar en una organización, así
como incrementar el valor percibido del cliente, es decir, aumentar la
satisfacción de las necesidades de los clientes, la aplicación de dicha
filosofía al contexto público universitario debe ser adaptado a las propias
características del servicio, presentándose, así, una conceptualización de
calidad “reformada” referida a
diversas variables, tanto en lo que respecta a la naturaleza “pública” de
las instituciones universitarias, como a las características de sus clientes y
a las premisas básicas de mercado en que se sustenta la filosofía TQM, tal
como se muestra en el Cuadro 1.
Sin
embargo, el paradigma de calidad en la Administración Pública ha ido variando
con el tiempo, presentándose, así, una evolución en el enfoque y
conceptualización de la calidad en el contexto público universitario,
paralelamente a su evolución en el sector público.
En
este sentido, Beltrami (1992: 770) establece tres etapas en dicha evolución, la
cual se corresponde con el propio desarrollo de las concepciones de la gestión
pública universitaria, tal como se expresa a continuación: 1º) La calidad en
el sentido de respeto a las normas y procedimientos; 2º) La calidad en el
sentido de eficacia; y 3º) La calidad en el sentido de satisfacción al
cliente.
Figura 4: Paradigma de calidad reformada en el servicio público universitario
Cuadro
1: La calidad ortodoxa y la calidad reformada en el sector público
universitario.
Principios
de la calidad ortodoxa -clásica- |
Características
del sector
privado |
Características
del sector
público |
Principios
de la calidad “reformada” |
Características
del sector
público universitario |
Principios
de la calidad “reformada” en el sector
público universitario |
El
cliente es quien determina, en última instancia, la calidad del
output (producto o servicio). |
En
una economía de mercado, el cliente mantiene la soberanía en los
contratos mercantiles que suscribe; la divergencia de necesidades se
ajusta recurriendo a distintos bienes privados y/o a distintos
productores. |
En
el Estado, el ciudadano concentra una serie de derechos y deberes bajo
el imperio de los bienes públicos; pueden existir intereses
divergentes entre los beneficiarios directos de los bienes públicos,
y los contribuyentes. |
El
contribuyente, como financiador de los bienes públicos, es quien
determina, en última instancia, la calidad y la cantidad de los
servicios públicos. |
A
las universidades públicas les corresponde un papel central como
instituciones responsables del Estado, encargadas de producir y
distribuir conocimientos. La relación Universidad-Estado debe
reubicarse en un contexto más amplio que vincule a la universidad con
la sociedad. La tensión en la relación entre universidades y Estado
involucra a tres actores: universidades, Estado y sociedad; bajo el
imperio de un bien mixto, como es la educación superior, puede
además existir tensión entre universidades, Estado, sociedad, y los
beneficiarios directos de dicho bien: los alumnos. |
El
contribuyente, como financiador del bien mixto de la educación
superior, es quien determina, en última instancia, la calidad y la
cantidad de educación superior; dependiendo de la concepción y
conocimiento de las externalidades y beneficios que produce y su
relación con la Universidad como productora y reproductora de la
sociedad. El Estado, como “principal” financiador de educación
superior, indirectamente determina la cantidad y calidad de dicho
bien. Los estudiantes, como beneficiarios directos del servicio no
siempre determinan sus preferencias ante los fallos del mercado:
desigualdad de oportunidades frente a la sociedad, defectos de
información, desigualdad de acceso a la enseñanza, desigualdad en la
calidad de la enseñanza. |
La
gestión de los procesos aconseja que la calidad deba abordarse en una
etapa temprana del proceso de producción, en lugar de añadirse a su
término. |
Fácil
de implantar en empresas industriales que mantengan procesos de
producción rutinarios. |
En
el caso de los servicios, tanto públicos como privados, la
producción y el consumo a menudo coinciden -indivisibilidad,
inseparabilidad- originándose una gran variedad de servicios
intensivos en mano de obra. |
Énfasis
en la gestión de recursos humanos, más que en los procesos, dado que
la calidad percibida de un servicio depende de la apariencia y el
comportamiento de la persona que proporciona dicho servicio. |
En
el caso del servicio público de educación superior, la producción y
el consumo coincide, originándose un servicio intensivo en mano de
obra, a nivel operativo (burocracia profesional). |
Énfasis
en la gestión de recursos humanos “y” en los procesos,
dado que la calidad percibida depende de la calidad técnica -nivel de
excelencia-, y de la calidad funcional. Si bien la gestión de
recursos humanos debe procurar incentivos y motivaciones -económicas
y participativas- no mejoraría la situación universitaria, si ello
no va acompañado de transformaciones en el régimen de trabajo de los
docentes, en la organización académico-productiva y en la
concepción del proceso de trabajo interno de las universidades. |
La
prevención de la variabilidad es la clave para una producción de
alta calidad. |
Aplicable
a empresas industriales de producción rutinarios. |
En
el caso de los servicios intensivos en mano de obra, la
estandarización resulta imposible. |
La
heterogeneidad de los servicios personalizados puede ser empleada para
aumentar las opciones de elección. |
En
el caso del servicio público universitario, si bien es intensivo en
mano de obra, la estandarización resulta imposible, además, por su
concepción como organización multiproducto, donde se producen
productos de
varias clases -derivados de enseñanza, investigación y extensión-,
donde a su vez, dichos outputs -titulaciones, graduados, proyectos de
investigación- se producen con perfiles, competencias y en
disciplinas muy diferentes. |
La
heterogeneidad de sus productos y servicios, y la especificidad y
diversidad de las actividades que llevan cabo, puede ser empleada para
aumentar las opciones de elección; como, por ejemplo, a través de la
divesificación y/o especialización de su oferta.
Por tanto, la prevención de la variabilidad puede ser clave
para una producción de alta calidad en aquellos casos que se opte por
la especialización de su oferta. En cambio, la heterogeneidad puede
ser empleada para aumentar las opciones de elección. De esta forma,
se produce una coincidencia en las características propias del sector
privado y del público. |
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La
calidad se deriva del sistema, y no de los esfuerzos individuales. |
La
motivación intrínseca es importante. |
El
nivel general de salarios está por debajo del sector privado. |
Los
incentivos individuales pueden aumentar la motivación de los
empleados que presentan un perfil bajo, tanto en salarios como en
titulación. |
El
nivel general de salarios está por debajo del sector privado
-empresarial y universitario-; sin embargo, esto varía
de acuerdo a países, regiones, y categoría según carrera
académica. |
Los
incentivos económicos, participativos
y de autorrealización pueden
aumentar la motivación de los docentes e investigadores que presentan
bajos salarios y/o estancamiento en su carrera académica, y
un perfil alto en competencia tanto profesional como
académica. |
La
calidad requiere continuas mejoras en los productos, así como en los
inputs y los procesos. |
La
calidad del producto debe adaptarse a las cambiantes necesidades del
cliente; la eficacia de la organización tiene como resultado la
lealtad del cliente. |
Los
recursos fijos limitan la capacidad de aumentar la calidad del output
según las “demandas del cliente”; la eficacia y la eficiencia de
la organización conducen al ahorro y mejora de la productividad. |
La
limitación de recursos requiere una mayor atención para la mejora
continua de la eficiencia y la eficacia de la organización,
vinculando los outputs a los inputs. |
La
limitación de recursos condicionan y limitan la capacidad de aumentar
la calidad de los outputs según las demandas de los clientes
-alumnos, sociedad, empresas, etc.-. La eficacia y la eficiencia
conducen al ahorro centrándose en la reducción de gastos y mejora de
los resultados a través de indicadores de inputs y resultados: §
Relación
alumno/profesor; §
Ingresantes/egresantes; §
Gastos
de personal/Total presupuesto de gastos, etc. |
La
limitación de recursos requiere una mayor atención para la mejora
continua de la eficiencia, la eficacia y calidad
de la organización universitaria, a través del análisis y
relación entre inputs, procesos y outputs. Además, la mejora de la
eficacia y calidad, implica la adopción de estrategias para
incrementar la disponibilidad de recursos mediante la
autofinanciación |
La
mejora de la calidad requiere una activa participación del
trabajador. |
La
calidad es aceptada como un objetivo estratégico de la organización,
y el trabajador y el directivo comparten una misma definición de
calidad. |
Compartir
una misma definición en una organización en la que los empleados
tienen distintas lealtades, y se esfuerzan por alcanzar distintos
criterios de excelencia. |
Cada
unidad de la organización debe identificar los indicadores de calidad
adecuados al tipo de servicio o tarea que lleva a cabo dicha
organización. |
La
calidad en educación superior es intrínseca a su propia naturaleza y
concepción: “la búsqueda de la excelencia y de la verdad y la
transmisión de conocimientos en su más alto nivel”. Teniendo en
cuenta esta conceptualización de excelencia,
existe una misma definición de calidad compartida por los
miembros de la comunidad universitaria, aunque no esté manifestado
explícitamente como objetivo estratégico. No obstante, el
compartimiento de los objetivos institucionales entre los miembros de
la comunidad universitaria depende de los estilos de gobierno y de
gestión universitarios. |
Debe
existir principios comunes compartidos entre los directivos
institucionales y la comunidad universitaria a fin de lograr los
objetivos institucionales y de cada unidad -facultad, departamento,
centros, etc.-; además de mecanismos
de comunicación, de cooperación y de integración, a fin de poder
establecer e identificar los indicadores de calidad adecuados al tipo
de servicio, proceso, actividad o tarea que se llevan a cabo en cada
Universidad, y lo que es más importante, poder lograr los objetivos
de calidad propuestos. |
I.
La
calidad requiere un compromiso total de la organización. |
I.
La
mentalidad empresarial se concentra en la gestión y asume que la
calidad es un objetivo estratégico. |
La
mentalidad de la Administración es más heterogénea y está más
abierta a fuerzas externas. |
Para
los máximos responsables políticos, existen otros factores más
importantes que la calidad. Los empleados difícilmente pueden
centrarse en la satisfacción del cliente si las lealtades y otros
criterios de excelencia son factores de éxito más importantes. |
En
los estilos de gestión encontramos diversas culturas organizacionales
que definen la identidad y el comportamiento de los actores
universitarios. El grado que presentan esos comportamientos es
variable. |
Cuando
el conjunto de prácticas de gestión y culturas organizacionales
carece de un principio común llegamos a un estado de
atomización institucional, lo que a su vez puede conducir a apatía.
Cuando no existen mecanismos de comunicación, de cooperación y de
integración entonces el tribalismo y el individualismo se imponen. |
Fuente:
Elaboración propia para el sector público universitario, a partir de
adaptación de Castelló y Lizcano (1998: 244-245) de Swiss, J. E. (1992:
357-359)
La primera fase responde a la dicotomía wilsoniana
“política-administración” y a la concepción weberiana que sostenía que
el sector público debía ser distinto al sector privado en términos de
continuidad, ética, métodos operativos, tipo de personal reclutado, y
estructura retributiva y de promoción. En
este sentido, la calidad significa ceñirse a unos procedimientos y reglas
estrictos con el propósito de evitar el fraude, la corrupción, errores u
omisiones, etc. Se presenta así, como señala Pérez Menayo (1998: 106)
la calidad como paradigma burocrático; es decir, la calidad entendida
desde la perspectiva del proveedor, ya que las características del bien o
servicio en sí mismo, lo determina según el punto de vista de quien lo
produce. Esta fase se corresponde con la concepción de la gestión pública
universitaria funcional, en la cual prevalece la racionalidad de procedimientos:
burocracia, aplicación de normas, competencia legal.
La
segunda fase pertenece a una Administración Pública que pone más el
énfasis en “los programas de actuación de la misma, incluyendo en sus
análisis los aspectos tanto políticos como técnicos, en un enfoque conocido
como de políticas públicas” (Brugué y Subirats; 1996: 9). Paralelamente,
esta concepción de calidad en el sentido de eficacia se corresponde con una
concepción de la gestión universitaria por objetivos, que pone el énfasis en
la eficiencia y la eficacia a través de la mejora de la productividad y el
rendimiento, en términos de inputs y resultados, prevaleciendo la racionalidad
de fines: economía, cálculo, competencia objetiva.
La
tercera etapa, responde al paradigma de la nueva gestión pública, lo que
significa una responsabilidad
pública incluso frente a los resultados obtenidos, aplicando los conocimientos
como mecanismo para lograr una mejora continua de la organización desde
el punto de vista del valor añadido al cliente-usuario; es decir, incrementar
la satisfacción de los mismos. En este sentido, la calidad es entendida desde
la perspectiva de los ciudadanos; es decir, el paradigma del cliente (paradigma
calidad-cliente vs. paradigma burocrático), presentándose así, una
“dualidad paradójica entre, por un lado, la calidad entendida desde la
perspectiva del proveedor –paradigma burocrático– y, por otro lado, la
calidad entendida desde la óptica de los ciudadanos –paradigma del
cliente–.... resultado de la confrontación de expectativas individuales y
colectivas” (Pérez Menayo; 1998: 106-107). No obstante, como señala el autor
antes mencionado, el término cliente actualmente parece abrirse paso como nuevo
concepto interpretativo de las relaciones entre individuo y Administración
pública; con éste se pretende reforzar una relación que configura el Estado
como una fuente de protección y de servicios –Estado de Bienestar–. Por su
parte, la condición de cliente de los ciudadanos se entiende como
manifestación de mayor exigencia, de mayor activismo por ambas partes
–Administración y cliente–, e incorpora además, empresas, grupos,
asociaciones, etc. Por tanto, esta
fase se corresponde con una concepción de la gestión pública universitaria de
procesos y actividades, a través de una mejora continua de los procesos y, con
ello, de los resultados, a través de una concepción de calidad “reformada”
como estrategia para lograr los objetivos de: potenciar la transparencia, la
receptividad y la actividad de las Universidades públicas hacia los
destinatarios y ciudadanos, y optimizar la utilización de los recursos
humanos, económicos
y materiales,
teniendo en
cuenta la
racionalidad de fines
–economía, cálculo, competencia objetiva– y la racionalidad de la
decisión: política, realización de fines, capacidad creadora. En este
contexto, la TQM “adaptada” al
contexto universitario como estrategia para lograr los objetivos propuestos,
supone una gestión centrada no sólo en los inputs u outputs sino,
además, en los procesos de trabajo interno.
Bajo
esta concepción es imprescindible centrar la atención en aquellos procesos y
actividades críticos –esenciales– que posibiliten la consecución de los
objetivos establecidos, debiendo identificar aquellos procesos esenciales que
contribuyen a la obtención de los outputs, como factores clave de éxito,
representados como objetivos de ejecución..
En
este sentido, en primer lugar, y siguiendo la metodología señalada por AECA en
su Documento nº 18 de la Serie Principios de Contabilidad de Gestión (1998:
57-58), es necesario identificar aquellos procesos que contribuyen a la
obtención del output, y que afectan
a un determinado factor clave de éxito, para luego identificar y definir
aquellas actividades que integran dicho proceso. En función de estos procesos y
actividades, debe determinarse aquellos procesos y actividades efectivas y,
posteriormente identificarse aquellos procesos y actividades críticos, es
decir, aquellos que tienen la condición de efectivas y significativas, lo que
permitirá analizar cuáles son las actividades y procesos críticos que deben
ser mejorados, y poder así determinar las causas que pueden estar afectando a
su ejecución, así como identificar las áreas que aconsejan una intervención.
Todo
lo anterior permitirá obtener una visión de la situación actual a partir de
la cual, y teniendo en cuenta las variables clave donde se debe actuar, poder
establecer un cuadro de mando integral, en base a indicadores –medidas de
ejecución– y objetivos que se pretende alcanzar como factores clave de
éxito. Por medio de dichos indicadores y objetivos se pretende analizar las
deficiencias o discrepancias –gap’s de ejecución– entre la forma en que
debe realizarse determinada actividad o proceso –producto o servicio-y la
forma en que efectivamente se acomete, así como establecer cuál es el
resultado u output final.
No
obstante, con carácter previo, y con el propósito de establecer aquellos
objetivos más concretos que pueden considerarse necesarios como estrategias de
mejora de la calidad, es necesario la identificación del objetivo(s), nivel de
análisis, y sus componentes, lo que puede enfocarse a partir de las diferentes
dimensiones o perspectivas de la calidad en el ámbito universitario, tal como
analizaremos en el próximo epígrafe.
3.
los objetivos estratégicos de
mejora bajo una perspectiva multidimensional de la calidad en el ámbito
universitario.
La identificación y el análisis de aquellos objetivos que se pretenden alcanzar como mejora de la calidad en las universidades públicas, puede realizarse tomando como base una perspectiva multidimensional de la calidad. En este sentido, y a partir de lo que al respecto establece el Plan Nacional de Evaluación de la Calidad de las Universidades (Consejo de Universidades, 1997, a: 9-11), podemos considerar las siguientes dimensiones, tal como se muestra en la Figura 5.
1º) Dimensión de la disciplina. Esta dimensión se encuentra asociada a
la idea de excelencia, esto es, el nivel de excelencia de una institución, y es
medible objetivamente, al establecer un acuerdo sobre los estándares de las
áreas específicas, con referencia a la disciplina académica incluida en las
mismas; por tanto, se refiere a la calidad técnica. Los expertos, a través de
organizaciones de carácter científico-profesional determinan los estándares.
2º) Dimensión de la Reputación (o Prestigio). La opinión generalmente obtenida –es decir, su prestigio– a modo extensivo sobre la calidad de una institución, es el origen de la imagen de calidad que se transmite a la sociedad en general. Por tanto, está referida a la calidad percibida la cual depende, a su vez, de la calidad técnica (disciplinar: “lo que se da”) y de la calidad funcional (“cómo se da”), y cómo la sociedad percibe la calidad de sus servicios y productos. Así pues, se encuentra relacionada con la dimensión disciplinar. No obstante, consideramos que esta dimensión se encuentra también estrechamente relacionada con la “dimensión económica o de resultados” –la cual depende a su vez, de la “disponibilidad de recursos”– ya que, y basándonos en el estudio y aportaciones de Bowen (1980), las universidades tratan de maximizar no su beneficio, sino su “prestigio”; prestigio que, a su vez, depende de la cantidad y calidad de enseñanza y actividades de investigación. Para maximizar su prestigio cada institución recauda todo el dinero que puede, y cada institución gasta todo lo que recauda; lo que se deduce de este modelo, como señala Johnes (1995: 113), es que los costes no dependen de la tecnología, como sucede con las industrias competitivas que maximizan beneficios; por el contrario, los costes son limitados únicamente por los medios de quienes proporcionan dinero (financiación) a las universidades. Por tanto, consideramos que la dimensión de la reputación o de prestigio está estrechamente relacionada y “depende” de la disponibilidad de recursos, ya sea financiación pública, autofinanciación –tasas, precios públicos y otros ingresos–, o aportes de otras organizaciones públicas y privadas, etc.
Figura 5: Perspectiva multidimensional de la calidad en las universidades públicas.
3º) Dimensión de la perfección o consistencia. Esta dimensión se
refiere a hacer las cosas, o realizar las tareas y actividades en la forma y
tiempo predeterminados. La existencia de especificaciones de realización
–ejecución– es condición previa para constatar esta dimensión que, en
definitiva, persigue los “cero defectos” de Crosby, con el objetivo de
prevenir errores. Si bien es obvia
su aplicación en múltiples procesos y procedimientos dentro de la amplia
diversidad de acciones, actividades y tareas que se llevan a cabo en una
Universidad, consideramos que existen algunas actividades en que, si bien se
debe tender a “cero defectos”, el “cero defectos” no puede lograrse en
su totalidad. Es el caso de las actividades de investigación; por su propia
naturaleza –ensayo, prueba y error; creación de hipótesis, refutaciones–
existen múltiples proyectos de investigación que no llegan a su finalización
y, si llegan, quizá no sea en el tiempo previamente establecido, ya que el
conocimiento científico es un proceso interminable en el que está siempre
presente la incertidumbre.
4º) La dimensión económica o de resultados. Esta dimensión se encuentra determinada en torno a dos conceptualizaciones: la calidad como disponibilidad de recursos y la calidad como logro de objetivos, tal como se muestra en la Figura 6.
Figura 6: La calidad en su dimensión económica o de resultados.
La
conceptualización de la calidad como disponibilidad de recursos se
deriva de tomar en consideración el continuo proceso de desarrollo de los
sistemas públicos universitarios lo que, a su vez, condiciona e incide en la
disponibilidad de recursos de cada institución, ya sea por financiación
pública, por autofinanciación, o aportes de otras organizaciones públicas y
privadas. Además, se corresponde con el propio desarrollo sobre la concepción
de la gestión universitaria, a tenor de las limitaciones de recursos y la
previsibilidad o imprevisibilidad de los escenarios del sector público,
relacionadas con las políticas y
estrategias adoptadas para la asignación de los fondos públicos entre
universidades, tal como se muestra en la Figura 7. Ello implica la adopción de
distintas estrategias y técnicas presupuestarias, para lograr la eficacia y
eficiencia en la utilización de dichos recursos. Así pues, en un entorno con
recursos decrecientes y entorno previsible las estrategias adoptadas tienden
hacia la búsqueda de la eficiencia, a través del control del gasto,
correspondiéndose, así, con una concepción por objetivos. En un entorno
imprevisible y con recursos decrecientes, las propuestas de gestión de calidad
revelan cómo es posible integrar la idea de proceso en la gestión
universitaria, y a partir de allí desarrollar y medir conceptos clave como:
resultado, calidad y servicio. Por tanto, la disponibilidad de recursos de cada
institución dependerá y estará condicionada por el desarrollo y nivel
alcanzado en el sistema público universitario[6],
y por la eficiencia y eficacia alcanzada en el logro de sus objetivos, dada la
tendencia mostrada para la asignación de los mismos en función de criterios
de: eficiencia, eficacia y calidad.
Figura 7: Calidad como Disponibilidad de Recursos: Escenarios.
Fuente:
Adaptación de Pérez Menayo (1998: 97)
Por
su parte, la calidad como logro de objetivos pone su atención en dos
aspectos: la calidad del producto –eficacia–, y en la economía de la
producción –eficiencia–; por tanto, se refiere a la racionalidad de fines:
economía, cálculo, competencia objetiva; en torno a dos extremos en la
aproximación teórica del concepto de calidad universitaria, tal como se
muestra en la Figura 8.
Figura 8: La calidad como logro de objetivos.
Desde
otra perspectiva el proceso educativo puede ser visualizado como un modelo de
producción industrial el cual asume que el mismo es un proceso semejante al de
producción industrial múltiple, concibiendo a la Universidad como una
organización multiproducto. Esta conceptualización hace referencia a la
calidad objetiva ya que establece que pueden especificarse con claridad las
características del producto, así como servir de base a la fundamentación
explicativa del proceso de transformación de los inputs –alumnos– en
outputs –graduados–. Bajo esta concepción,
la calidad universitaria, como señala el Plan Nacional de Evaluación de
Calidad de las Universidades (1997, a: 10), “sería semejante a la calidad de
los profesionales producidos para satisfacer las necesidades técnicas del
sector productivo y de servicios”, relacionándose, así, con las dimensión
de la disciplina –calidad técnica– y la reputación.
No
obstante, consideramos que además se encuentra estrechamente relacionada con la
dimensión de perfección o consistencia, ya que en el ámbito universitario se
llevan a cabo diversos procesos de trabajo interno y, por tanto, la forma en que
éstos se acometen también influye en la calidad universitaria. Además, si
bien, dentro de esta conceptualización se integran las actividades de
investigación, dichas actividades son evaluadas y consideradas primordialmente,
en un enfoque hacia el proceso de enseñanza-aprendizaje, dada la vocación
científica, inherente a las instituciones universitarias, sin la cual no sería
posible entender la transmisión de conocimientos actualizados. En este sentido,
las actividades de investigación también
pueden concebirse
como un
proceso a través
del cual
se transforman
inputs –proyectos de investigación iniciales, contratos de
colaboración, etc.– en outputs –proyectos de investigación terminados–
donde, a su vez, se producen –dada la naturaleza propia de estas
actividades– outputs intermedios –investigaciones semiterminadas–; sin
embargo, sus productos finales pueden ser considerados como outputs intermedios
de las actividades de enseñanza.
Por
tanto, en este proceso, la calidad del producto se encuentra relacionada y
condicionada con la disponibilidad de recursos para llevar a cabo las
actividades de investigación, ya sea que provengan
del sector
público o
del sector
privado –patrocinio de cátedras, aportes de empresas, contratos de
colaboración científica, etc.–. Además, presenta clara relación con
la dimensión reputación -o prestigio- la cual, a su vez, depende de la
cantidad y calidad de las actividades de enseñanza e investigación.
Así
pues, y teniendo en cuenta todos estos componentes de la calidad en su
dimensión económica o de resultados –como logro de objetivos y
disponibilidad de recursos–, es posible observar que la calidad productiva (académica y financiera) de una
universidad, se corresponde con la concepción de la gestión universitaria por
objetivos, la cual es evaluada, principalmente, a través de indicadores de
inputs y resultados, como por ejemplo: tasa de ingreso/egreso; coste por alumno;
relación Alumnos/Profesores, etc. No obstante, consideramos que se debe avanzar
un paso más, y gestionar los procesos y actividades de aquellos procesos-clave,
para poder introducir mejoras en la ejecución de aquellas actividades que
necesitan ser mejoradas, en términos de eficiencia, eficacia y calidad;
no sólo a través de indicadores de inputs y resultados, sino a través
de una serie de medidas de ejecución relacionados
con las mejoras, y unas vías que permitan cuantificar el impacto que puede
ocasionar la incorporación de determinados cambios, evaluando así no sólo la
eficacia financiera sino la “no financiera”.
Por
su parte, en el modelo de desarrollo global, la calidad de una
universidad estaría determinada por el valor añadido que logra generar en sus
alumnos, profesores y personal de administración y de servicios, en cuanto a su
progreso y desarrollo global como personas, la cual se encuentra asociada a la
conceptualización de calidad percibida. Por tanto, el término “valor
añadido” determina la imprecisión al tratar de evaluar la calidad en el
desarrollo personal, en términos de satisfacción, autorrealización,
formación, motivación, desarrollo intelectual, etc.
5º. La dimensión de la satisfacción de los usuarios. Esta dimensión hace referencia a que los servicios y productos ofertados satisfacen las expectativas y requerimientos de los usuarios actuales y potenciales, centrando la atención hacia los estudiantes como mayor grupo de interés (stakeholders), asociada a la noción de receptividad de las universidades públicas, como capacidad de respuesta a la satisfacción de las necesidades de los ciudadanos; esta receptividad se define en torno a dos componentes: (a) Relevancia profesional, a través de la cual se pretende alcanzar los requisitos y expectativas del campo o campos profesionales para los que los alumnos son preparados. (b) Flexibilidad/capacidad de innovación; para anticiparse y responder a los requerimientos de los usuarios/destinatarios y a nuevos avances dentro del campo profesional.
Sin embargo, estos dos componentes, en su evolución, han dado lugar a una nueva dimensión: “la gestión del conocimiento” , tal como se muestra en la Figura 9, el cual se basa en los procesos interorganizacionales y multiorganizacionales, y en los programas de actuación, en lugar de basarse en las estructuras y jerarquías. La gestión del conocimiento puede ser conceptualizada como “un conjunto de dispositivos para asegurar el desarrollo y control de conocimientos, la formación de recursos humanos altamente cualificados, la organización del sistema de información y la transferencia científico-tecnológica, y el autocontrol inteligente de las universidades y centros de investigación” (Pérez Lindo; 1998: 54); todo lo anterior implica: a) El desarrollo de estrategias de vinculación entre los productores de conocimientos, las demandas sociales, el mercado y el Estado; b) La definición de estrategias académicas e institucionales; c) La coordinación de conocimientos y desarrollo de programas de actuación; d) Formación de recursos humanos adecuados; e) El desarrollo de mecanismos de transferencia de conocimientos. f) El desarrollo de estrategias de vinculación entre la formación de recursos humanos y el mercado de conocimientos, y g) El establecimiento de mecanismos de articulación con las demandas sociales.
Figura 9: La satisfacción de los usuarios y la receptividad de las universidades públicas.
Esta
concepción se basa, pues, en la gestión de los procesos tanto internos como
externos a la Universidad, lo que implica gestionar la interdependencia,
concibiendo a la misma como una organización orgánica en constante
comunicación y adaptación con su entorno. Tal es el caso de las actividades de
investigación: las demandas sociales y económicas actuales, la globalización,
las nuevas demandas de conocimientos, requieren de una visión transfuncional e
interorganizacional de las mismas, lo que implica su concepción como procesos
interdepartamentales y multiorganizacionales. Ello supone una gestión orgánica
de la actividades de investigación, a través de una constante vinculación
entre departamentos y facultades; así como con otras universidades del país y
del extranjero. De este modo, tal como señala Rivera (2000: 10) “sólo una
Universidad que potencie adecuadamente a través de procedimientos organizativos
el trabajo y la capacidad de innovación de los mejores profesionales, y que
consiga crear el ámbito adecuado de interrelación con las empresas,
instituciones y personas de su entorno, puede asegurar su futuro y mantener una
ventaja competitiva sostenible”.
No
obstante, como sistema de interacciones complejas, intervienen diferentes
elementos –conocimientos, individuos, grupos, estructuras, procesos,
recursos–, que tornan lentos y complejos
los procesos de interacción y de decisión.
En cuanto a las nuevas demandas de profesionales podemos señalar que
cada vez se requieren mayores niveles académicos, lo que obliga a expandir los
posgrados, por tanto, es necesario el desarrollo de programas de actualización
permanente.
6º. La dimensión de la organización. Esta dimensión se refiere a la
calidad de la organización como un todo y, por ende, se relaciona con los
diferentes subsistemas: técnico, humano, de dirección (o de gestión),
cultural y político. Por ello, la calidad de los procesos de toma de decisiones se
convierte en referente especial de significación. Así pues, la mejora de la
calidad en esta dimensión está relacionada con las distintas
metodologías aplicadas en las fases de planificación, dirección,
ejecución y control (ciclo Deming o PDCA); lo que implica establecer,
previamente, una visión y evaluación de la situación actual, y de los
distintos componentes de la organización, a fin de poder establecer un modelo
de referencia para el cambio. Ello comprende el análisis y la determinación
de: a) La organización y sus diferentes subsistemas, lo que abarca: la cultura
y estilo de dirección; políticas y estrategias; gestión de recursos humanos;
tecnología y sistemas de información; y las relaciones con otras
organizaciones públicas y privadas. b) El análisis de aquellos procesos-clave
o críticos, tales como: gestión de actividades de enseñanza e investigación;
gestión de actividades de prestación de servicios internos –tramitaciones de
matrículas, pedidos de información, etc.–; gestión presupuestaria y
contable; gestión de recursos humanos; etc. c) Los sistemas y técnicas de
gestión aplicables para la mejora de la calidad. d) Nivel de servicio que se
desea obtener con cada proceso o actividad; identificación de las oportunidades
de mejora; análisis de la tendencia que muestra la ejecución de cada proceso o
actividad, y posibles mejoras en los procesos y ejecución de las actividades.
No obstante, y teniendo en cuenta todo lo expuesto a lo largo del
presente trabajo, conviene destacar que más allá de las estructuras
organizativas adoptadas –por
departamentos o facultades– y de los sistemas y prácticas de gestión, debe
existir unos principios comunes compartidos entre los directivos institucionales
y la comunidad universitaria, a fin de lograr los objetivos institucionales y de
cada unidad –facultad, departamento, centros, etc.–, además de
mecanismos de comunicación, de cooperación y de integración, a fin de
poder establecer e identificar los indicadores de calidad adecuados al tipo de
servicio, proceso, actividad o tarea que se llevan a cabo en cada Universidad, y
lo que es más importante, poder lograr los objetivos de calidad propuestos;
todo ello depende, en gran medida, de la cultura organizacional, de las
prácticas de gestión y de los estilos de dirección.
Por
tanto, las aportaciones conceptuales y metodológicas de los aspectos
multidimensionales de la calidad se encuentran enmarcados en la concepción de
la gestión universitaria basada en los procesos. En este contexto, nuestra
propuesta se basa en el desarrollo de una metodología para la implantación de
la calidad total “reformada” en el contexto universitario como sistema de
gestión integrado, a partir de la concepción de los procesos y actividades.
4.
Conclusiones.
En
el presente trabajo se han analizado y hecho referencia a aquellos aspectos
metodológicos que consideramos necesario destacar, a fin de poder comprender y
abordar la mejora de la calidad “reformada” en las universidades públicas
como estrategia referido al desarrollo de un sistema integrado de gestión para
lograr los objetivos de potenciar la transparencia, la receptividad y la
actividad hacia los destinatarios y ciudadanos, y optimizar la utilización de
los recursos humanos, económicos y materiales, lo que implica la mejora de la
calidad y el servicio al cliente –interno y externo–, como una estrategia
que guíe la mejora continua de los procesos en cada organización
universitaria, a partir del análisis y comprensión de todos aquellos aspectos
y dimensiones propios de la gestión del servicio público universitario y de la
calidad; y que puede suponer importantes ventajas y mejoras en al gestión
pública universitaria, y servir de base para un mejor conocimiento y un
incremento de la credibilidad y utilidad de la información, lo que servirá de
indudable ayuda para la planificación, y decisiones y gestión financieras y
académico-productivas.
Ello
supone la adopción de políticas y estrategias a la que debe corresponder un
sistema de gestión congruente. El modo de abordar eficazmente el gobierno y la
gestión de las universidades públicas se define a partir de la comprensión,
análisis e integración de todos los procesos de trabajo
internos, así como de los distintos subsistemas, desde una perspectiva
multidimensional de la gestión (académica, pública, instrumental,
social, estructural y estratégica), y de la calidad.
5.
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Schiefelbein, E.; Sander, B.; Zuñiga, L.; Carvalho, G.; Edwards, B.; Wolf, L.; y Alleyne, M.H. (1999): “Educación en las Américas: Calidad y Equidad en el Proceso de Globalización”, elaborado bajo la responsabilidad de la Unidad de Desarrollo Social y Educación de la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Senac Azanza, F.J. (1995): “Observatorio de la calidad de los servicios públicos”; III Encuentro de Gestión de las Administraciones Públicas en Aragón; Ediciones Universidad de Zaragoza; pp. 211-213.
Swiss,
J.E. (1992):
“Adapting Total Quality Management”; Public Administration Review; vol. 52;
nº 4; pp. 356-362.
Tiana
Ferrer, A. (1996): “La
evaluación de los sistemas educativos”; Revista Iberoamericana de Educación
(Oei); Madrid; nº 10; enero-abril;
pp. 37-61.
Villoria Mendieta, M. (1996): “La modernización de la Administración como instrumento al servicio de la democracia”; Instituto Nacional de Administración Pública (MAP); Madrid.
[1]
Entre los cuales podemos destacar los siguientes: Franco (2002); Experton
(2001); Schiefelbein et. al. (1999);
Johnstone (1998); Braslavsky y Cosse (1997);
García de Fanelli (1997); Brunner (1996); Schiefelbein y Tedesco (1995);
Ross (1993).
[2]
Perspectiva con la que Perry y Kraemer (1983) abordan el estudio y análisis
de la nueva gestión pública.
[3]De la combinación de las racionalidades técnica y política, y la preocupación del resultado por la acción, da lugar a cuatro tipo de racionalidades: 1. Racionalidad de procedimientos (burocracia, aplicación de normas, competencia legal); 2. Racionalidad de fines (economía, cálculo, competencia objetiva); 3. Racionalidad del proceso de decisión (organización, negociación, influencia); 4. Racionalidad de la decisión (política, realización de fines, capacidad creadora). [Cohen y Franco, 1993]
[4]Elementos
tangibles, fiabilidad, capacidad de respuesta, profesionalidad, cortesía,
credibilidad, seguridad, accesibilidad, comunicación, comprensión. Las
investigaciones posteriores de Parasuraman, Zeithml y Berry condensaron estos
elementos determinantes de la calidad del servicio en cinco: elementos
tangibles, fiabilidad, capacidad de respuesta, seguridad y empatía.
[5]El
término en inglés “responsiveness” es más activo que
“receptividad”, y significa “capacidad de respuesta” (a la
evolución de la demanda).
[6]Tal
es el caso de las universidades públicas argentinas, que al no cobrar
matrículas, sus posibilidades de recursos por autofinanciación se encuentran
limitadas y condicionadas respecto a la evolución que manifieste el sistema
público universitario argentino. Por tanto, la calidad entendida como
“disponibilidad de recursos” es menor que en el caso de otras
universidades públicas que cuentan con otras fuentes alternativas de
recursos.
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Doctora
en Ciencias Económicas y Empresariales. Contador Público Nacional y
Perito Partidor por la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza
(Argentina). Profesora de la Facultad de Ciencias Económicas de la
Universidad Nacional de Cuyo desde 1991 hasta la fecha. Ha sido Profesora
Titular de Teoría y Técnica Impositiva I, Departamento de Contabilidad
en la Universidad de Congreso (Mendoza) (2001-2002). Integrante de la
Comisión de Educación del Consejo Profesional de Ciencias Económicas
(Mendoza). Investigadora de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la
Universidad Nacional de Cuyo. Integrante
de distintas Comisiones Evaluadoras de Desempeño Docente y actividades de
Consultoría sobre evaluación programas de mejora de la calidad.
Ha dictado numerosas clases y conferencias en instituciones: UNCu, Consejo
Profesional de Ciencias Económicas, Dirección General de Rentas, etc. Ha
realizado diversos trabajos de investigación relacionados con la problemática
universitaria. |