Capítulo
10
SISTEMAS ABC / ABM: ASPECTOS TEÓRICOS Y PRÁCTICOS ACTUALES
Dr.
Jesús Lizcano Álvarez
Catedrático
de la Universidad Autónoma de Madrid
Presidente
de la Comisión de Contabilidad de Gestión de AECA
Dra.
Emma Castelló Taliani
Profesora
Titular de la Universidad de Alcalá
Miembro
de la Junta permanente de la Comisión de Contabilidad de Gestión de AECA
Aludir
a los cambios constantes a que se ve sometido el entorno económico y, por ende,
la actuación empresarial, ya no constituye en la actualidad ninguna novedad,
sin embargo lo que no pierde vigencia es la constante necesidad de adaptación
al entorno que mantienen las empresas, lo que provoca la permanente necesidad de
buscar y proponer medidas, acciones, y técnicas que favorezcan y contribuyan a
un mantenimiento, cuando no al fortalecimiento, de las organizaciones en el
mencionado entorno.
En
el ámbito de las actividades empresariales se vienen observando en los últimos
tiempos importantes cambios tecnológicos, con espectaculares avances en los
sistemas de información, que están favoreciendo e impulsando modificaciones
sustanciales en la forma de concepción de los negocios, lo que a su vez origina
reestructuraciones, y cambios de profundidad en los procesos esenciales de las
empresas. Así, por ejemplo, cabría mencionar que en la actualidad es habitual
que muchos procesos productivos incorporen sistemas de control en tiempo real,
estén digitalizados, y tengan implantadas funciones, tanto productivas como de
control, asistidas por ordenador.
El
actual entorno competitivo puede caracterizarse por los siguientes factores
esenciales: por un lado, debido
a la saturación progresiva de las necesidades más primarias, los clientes, en
otras épocas homogéneos y estables, se han vuelto más heterogéneos, más
sensibles a la calidad de los productos y a los servicios ofertados, que a la
variable precios. Por otra parte, el aumento
en la oferta de los productos, la reducción de los ciclos de vida, la
emergencia de nuevas tecnologías de producción, así como la mundialización
de la economía, ha favorecido la irrupción de numerosos competidores en los
diferentes mercados, han vuelto cada vez más efímera la ventaja competitiva y
muy arriesgada toda apuesta de futuro.
En
estas condiciones, para poder sobrevivir y crecer, las empresas han tenido que
desarrollar nuevos modos de funcionamiento, en los que los parámetros
esenciales son: calidad, flexibilidad, innovación, etc. como valores esenciales
percibidos por el cliente. Esta situación ha obligado a las empresas a dedicar
gran parte de sus esfuerzos tanto a reducir sus costes de adaptación, como a
minimizar el tiempo que tarda en reaccionar a los cambios originados en el
entorno, así como a reducir sus costes de producción.
La
necesidad de fabricar una gran variedad de productos, acortando los plazos de
expedición de los productos a los clientes, así como los plazos de adaptación
a las fluctuaciones en los niveles de demanda, ha incrementado de forma
exponencial la complejidad de la gestión de los flujos y la vinculación de las
operaciones de transformación.
En
este contexto, los mencionados cambios además de provocar modificaciones
sustanciales en los sistemas organizativos de las empresas, han modificado de
forma significativa la estructura de los costes de las empresas, tanto
cualitativa como cuantitativamente. Con relación a la evolución cualitativa,
ésta es consecuencia de que las organizaciones empresariales necesitan destinar
cada vez más recursos al acometimiento de tareas o funciones a las que
tradicionalmente no se había conferido excesiva atención, como son:
investigación y desarrollo; comercialización y distribución; actividades no
productivas, etc. Todas ellas son consecuencia de las características que
presenta el actual entorno competitivo. Asimismo, destaca la creciente
importancia cuantitativa de los costes fijos, especialmente los vinculados al área
productiva de la empresa, motivado por el hecho que una gran parte de los costes
que se derivan de ciertas tareas no guardan ninguna proporción con los volúmenes
de producción, ni con las unidades de obra que han servido para medir la
actividad de un centro o sección, sino con las actividades o tareas que el
mercado exige de manera creciente a las empresas que compiten en él.
Todos estos aspectos suponen, en definitiva, una importante revolución
en los sistemas internos de producción y de control y, consecuentemente, en los
sistemas de gestión de las empresas, que han dejado así de plantearse como único
elemento de competitividad la minimización de los costes, dado que los
productos buscan objetivos cualitativos tales como: la calidad, los tiempos de
respuesta o de suministro de pedidos a los clientes, capacidad de adaptación a
las exigencias de los clientes, innovación, etc. Todo ello determina la
necesidad de llevar a cabo, en primer lugar, un replanteamiento de los sistemas
de costes de las empresas, y, en segundo lugar, de los sistemas de control
vinculados a éstos.
Estos
cambios han puesto de manifiesto la necesidad de elaborar una información
interna orientada, de forma prioritaria, a la gestión, lo que ha provocado la pérdida
de relevancia de los sistemas de costes convencionales como sistemas de
información, ya no sólo para la gestión, sino también como métodos de
valoración de la producción. La Contabilidad de Gestión se ha visto
"forzada" a modificar sus planteamientos con el fin de adecuarlos a
las actuales condiciones económicas, centrando su atención en la formulación
de una metodología que permitiera, con carácter prioritario, servir de apoyo a
la gestión de la empresa, a la vez que permitir la valoración de los outputs
de las unidades empresariales.
Uno de los sistemas de costes que ha irrumpido con fuerza, desde hace ya
unos lustros, en la escena de la gestión empresarial es el Sistema de Costes
basado en las Actividades o ABC (Activity based Costing), que emerge como
respuesta al reconocimiento de que los sistemas de costes convencionales,
basados en el volumen de producción, generan información errónea acerca de
los costes de los productos, conduciendo, asimismo, a la adopción de decisiones
erróneas.
El sistema ABC centra la atención en la medición, cuantificación y
control de las actividades o tareas que acomete la empresa para desarrollar su
actividad habitual, pasando a un segundo plano el centro, departamento o sección
al que pueda estar adscrita una determinada tarea o actividad. Además, cabría
mencionar que el planteamiento que subyace en este sistema se orienta a
favorecer una gestión de costes, más que constituir una herramienta o técnica
de cálculo de costes. Por tanto, se puede llegar a establecer que el sistema
ABC contiene una doble vertiente basada, tanto en el cálculo y control de
costes, como en la gestión de los mismos.
Quizás
deba enfatizarse la noción de "instrumento de gestión" que aportan
las actividades puesto que van a favorecer la implantación de medidas
conducentes a una racionalización de los costes empresariales y consecución de
una relación más positiva -o un mayor equilibrio- entre los outputs obtenidos
en la actividad empresarial y los inputs sacrificados o aplicados para obtener
los mismos; en definitiva, se logrará una mejora de la productividad y, por lo
tanto, de la competitividad empresarial.
La
lógica de las actividades, y refiriéndonos únicamente a los costes, en lugar
de centrarse en la acumulación de los costes indirectos por centros de
responsabilidad, postula la acumulación de los costes en función de las
actuaciones inherentes a los procesos de realización de los productos. Mientras
que los sistemas tradicionales miden los recursos que se han consumido en
proporción al número de unidades producidas para un determinado producto, la lógica
de las actividades incide en que algunos recursos de la empresa existen como
consecuencia del acometimiento de actividades y transacciones que en modo alguno
están relacionados con el volumen físico de unidades producidas.
Desde
una perspectiva exclusiva de cálculo de costes, se puede mencionar que bajo la
concepción del sistema ABC el coste de los diferentes productos se obtiene
mediante la agregación del coste de las actividades, tales como: diseño,
ingeniería, tiempos de preparación de producción, procesamiento, control de
calidad, etc., que se han acometido para obtener dichos productos. Tanto la
cantidad consumida, como el coste de las actividades que se han repercutido a
cada producto dependerán de las características del producto, y no del volumen
de producción, lo que puede dar lugar a la siguiente situación: los productos
complejos, aún cuando se procesen en un número reducido, soportarán mayores
costes, que aquellos que aún cuando son menos complejos, se fabrican en un
volumen elevado.
Bajo
una concepción más amplia se puede afirmar que la lógica de las actividades
trata de subsanar ciertas limitaciones que presentan los modelos convencionales
como, por ejemplo, el hecho de que en dichos modelos suelen ignorarse las
interdependencias funcionales, o que los presupuestos se consideran como
elementos fijos, cuya única misión es la de definir el límite del gasto. Además,
con el sistema de actividades se trata de potenciar que los sistemas de costes
estén orientados hacia los propios elementos de los costes y recursos
utilizados, más que hacia sus resultados, y que los costes fijos sean
controlados, y no meramente distribuidos.
Por
su parte, uno de los principales objetivos perseguidos con la perspectiva de
gestión del sistema ABC consiste en determinar las medidas de eficiencia y
eficacia asociadas a todas las actividades que generan costes. En este caso, se
trata de incorporar medidas de ejecución ya no sólo financieras, sino lo que
es aún más importante, medidas no financieras., que suelen estar vinculadas
con variables tales como: la calidad (tasas de defectos de los productos, número
de quejas de los clientes, número de cambios de ingeniería ordenados,
porcentaje de producción reprocesada), y la productividad (ratio de tiempo de
producción que aporta valor añadido vs. tiempo total de producción, volumen
de producción por día y empleado), que adquieren especial significación en el
actual contexto económico.
Una de las hipótesis de partida en las que se sustenta la filosofía de
las actividades es que, en cada empresa, existe un importante grado de
actuaciones superfluas, o lo que es lo mismo de derroche, lo cual viene a
determinar la existencia de un importante potencial de mejora, que se podrá
conseguir en la medida en que se puedan ir reduciendo o evitando todas esas
tareas superfluas e innecesarias, pero siempre costosas, en las empresas. La
condición de superflua en una actuación, o en una actividad, la determina el
hecho -según esta filosofía- de que no genera valor añadido para el output
(bien o servicio) que ofrece la empresa a sus clientes, esto es, son actividades
que no contribuyen a mejorar la calidad del producto de la empresa y que por lo
tanto, al no generar valor y sí generar costes (puesto que son actividades que
en todo caso consumen recursos) se han de eliminar, con el consiguiente aumento
tanto de la rentabilidad como de la competitividad de la empresa.
Algunas
características más destacables de la filosofía de las actividades, que
constituyen realmente pautas de actuación a llevar a cabo en este contexto, son
las siguientes:
·
Gestionar las realizaciones, esto es, lo que se hace más que lo que se
gasta, lo que significa, en definitiva, la necesidad de controlar las
actividades más que los costes.
·
Se debe intentar satisfacer al máximo las necesidades de los clientes,
por lo que ellos serán quienes realmente determinen qué actividades tiene que
acometer la empresa.
·
Se deben analizar las actividades como partes integrantes de un proceso
de negocio, y no de forma aislada.
·
Eliminar las actividades que no añaden valor a la organización, en
lugar de mejorar lo que es realmente suprimible.
·
Las actividades deben enmarcarse en un plan de actuación global.
·
Respaldar,
comprometer y buscar el consenso de aquellos directamente implicados en la
ejecución de las actividades, ya que ellos son los que realmente encuentran
posibilidades de mejora y diferenciación, en las actividades que realizan
habitualmente.
·
Se
debe mantener un objetivo de mejora permanente en el acometimiento de las
actividades, lo que equivale a efectuar la presunción de que siempre existe una
forma de mejorar el desempeño de las actividades.
Un
objetivo importante de la filosofía de las actividades es, en este sentido, la
orientación hacia la gestión de las actividades en lugar de la gestión de los
costes. Si se llega a generar una información adecuada y fiable, relativa a los
trabajos o actividades superfluas en la empresa, se podrá conseguir una
importante reducción de las actividades que, en todo caso, acarreará en mayor
o menor medida una reducción de los costes.
La
gestión de las actividades trata de acometer un análisis de la causa
(inductor) y del efecto (medida de ejecución) que supone para la empresa el
acometimiento de una determinada actividad, sin perder la perspectiva de la
vertiente financiera, esto es, del coste que representa dicha actividad.
Sin
embargo, esta gestión de las actividades, dadas las actuales características
del entorno, hace necesario el establecimiento de un nuevo paradigma de gestión
que determine ya no sólo el cometido de cada actividad individual, sino la
función que cumple dentro del conjunto de la empresa; en este sentido, se trata
de enmarcar cada una de las actividades en los diferentes procesos que acomete
la empresa. Este nuevo enfoque impone la necesidad de que las organizaciones
mantengan una orientación horizontal o transversal de sus actuaciones. Las
empresas se han organizado tradicionalmente de forma jerarquizada y funcional,
con una perspectiva tayloriana de producción en masa. En la actualidad los
mercados demandan una personalización y una gran flexibilidad en la producción,
lo que exige una gran coordinación de todas las áreas de la empresa, dando
paso a formas alternativas de organización esencialmente de carácter matricial
que, en la actualidad, están experimentando un resurgimiento sobre todo en las
empresas multinacionales.
Por
tanto, se puede afirmar que en la actualidad las empresas están primando
sistemas organizativos horizontales, donde existen pocos niveles jerárquicos y
se potencian los equipos de trabajo y los análisis transfuncionales, también
denominados análisis de procesos. El concepto de jerarquía está
desapareciendo de forma progresiva dado que toda la organización se define en
torno a la noción de servicio al cliente, lo que otorga un sentido específico
y a la vez común a todas y cada una de las actuaciones de la empresa.
Pues
bien, una vez se ha encuadrado la gestión de las actividades en un contexto más
amplio de gestión de procesos, se puede afirmar que dicha gestión de las
actividades tiene por objeto, por un lado, la identificación de despilfarros,
esto es, la identificación de las actividades que no aportan valor añadido al
cliente, a fin de adoptar las medidas oportunas que permitan su supresión. La
supresión de tales actividades y, por ende, de los costes incurridos en su
ejecución, no deben afectar a la calidad, ni tampoco al valor del producto,
pero posibilitan una reducción del tiempo total de producción, y un incremento
de la rentabilidad.
Esta
gestión de las actividades difiere, por tanto, de una concepción estricta
basada en el control de costes, mediante el cual se suelen reducir o minimizar
los costes, tomando en consideración las sugerencias que a tal efecto aportan
los diferentes responsables, que en demasiadas ocasiones se abordan con una
perspectiva del corto plazo, provocando consecuencias contrarias a las
pretendidas, dado que la supresión o reducción de ciertos costes se acomete
sin profundizar en los efectos inducidos que pueden tener en el largo plazo.
Otro
de los objetivos de la gestión de las actividades consiste en determinar las
medidas de eficiencia y eficacia asociadas a todas las actividades que generan
costes. En este caso se trata de incorporar medidas de ejecución ya no sólo
financieras, sino lo que es aún más importante, medidas no financieras.
Medidas no financieras vinculadas con la calidad (tasas de defectos de los
productos, número de quejas de los clientes, número de cambios de ingeniería
ordenados, porcentaje de producción reprocesada), y la productividad (ratio de
tiempo de producción que aporta valor añadido vs. tiempo total de producción,
volumen de producción por día y empleado) adquieren especial significación en
este contexto.
Por
último, la gestión de actividades pretende, asimismo, impulsar la aplicación
de medidas que potencien la mejora continua de las actuaciones de la empresa,
prestando apoyo a técnicas de gestión tales como: coste objetivo, implicación
y motivación del factor humano, benchmarking, ingeniería de valor, entre
otras.