COMO
RACIONALIZAR LOS
COSTES LABORALES
Jesús
Lizcano Alvarez
(Economía
y Finanzas: Septiembre de 1993)
Se dice actualmente con frecuencia que es el momento de potenciar más que nunca la economía productiva o economía real frente a la economía financiera o monetaria, también llamada peyorativamente en algunos foros economía especulativa. Se afirma frecuentemente además, con cierta rotundidad, que ha llegado el momento de la microeconomía, ya que las medidas macroeconómicas no sirven sino para alentar discusiones tan estériles como subjetivas, y que es altamente dudosa la eficacia de dichas medidas en un entorno tan mediatizado, por una parte, y turbulento, por otra, como es el del actual sistema o contexto económico internacional.
En nuestra opinión, unas y otras afirmaciones no están exentas de razón,
aparte de que son difícilmente contrastables y por lo tanto rechazables. En
cualquier caso, creemos efectivamente que hay que dedicar una mayor atención y
recursos de todo tipo a la economía real, esto es, al tejido productivo e
industrial, y que hay que potenciar -y difundir- las soluciones microeconómicas
que se deben tomar a todos los niveles; y ello por la sencilla razón de que éstas
últimas constituyen soluciones -si es que llegan a alcanzar este rango- de carácter
estructural, esto es, las más efectivas en el largo plazo, ya que suponen una
renovación o cambio de cilindrada en el motor de la economía de un país. Son,
en definitiva, las que llegan realmente a permanecer, asegurando la potencia y
durabilidad de ese vehículo que es el sistema económico, siendo precisamente
un período de crisis como el actual el momento normalmente más idóneo -por
aquello del estancamiento y del grado de necesidad- para llevar a cabo este tipo
de replanteamientos.
Ahora bien, estamos acostumbrados a ver que una cierta proporción de los
especialistas que explicitan por doquier tales argumentaciones se suelen quedar
en dichas recetas, que no son más que recetas de diagnosis, pero comienzan a
silbar y mirar al cielo cuando se les pide que sean más explícitos y aporten
algunas recetas de curación. Algunos, en cualquier caso, son harto generosos y
garabatean en la receta el medicamento de la moderación salarial como única
solución, sintiéndose realmente satisfechos con ese esfuerzo de clarificación
que realizan.
Quede claro que nosotros estamos de acuerdo en la moderación salarial
como uno de los requisitos necesarios para obviar en alguna medida el problema
de la crisis y su consecuencia principal: el desempleo. En cualquier caso,
aunque no podemos recrearnos en excesivos detalles técnicos, dada la naturaleza
y dimensión de este artículo, vamos a intentar aportar al mismo algún pequeño
valor añadido, tratando de aclarar algunos aspectos conceptuales y llegar algo
más allá, por tanto, de las meras opiniones sobre los aspectos antes citados.
Quisiéramos hacer hincapié primeramente en que el término moderación
salarial que tanto se utiliza en la actualidad no deja de ser tan comodín como
comodón, y que si no se le otorga una explicación o significado más concreto
no llega a ser demasiado útil ni aclaratorio.
Es por ello que vamos a hacer referencia en este contexto a la moderación
salarial, más que como una mera reducción de la tasa de aumento de los
salarios, como ese elemento de racionalización del coste de personal que ha de
conllevar una efectiva moderación salarial. Es decir, se trata de que las
empresas intenten alcanzar el objetivo de racionalizar y controlar adecuadamente
los costes del personal, lo cual en todo caso originará una reducción de estos
costes y por lo tanto la consabida moderación salarial.
Una de las concepciones básicas que se explican normalmente en las
Facultades de CC. Económicas y Empresariales es la de proceso productivo de una
empresa como una función o actividad económica que se caracteriza en todo caso
por utilizar unos factores o recursos (inputs), que adecuadamente combinados o
manejados, dan lugar a unos productos -sean bienes o servicios- que son los
outputs de la empresa, destinados por lo general a su comercialización en el
mercado.
Hay que tener muy en cuenta que la empresa utiliza normalmente unos
inputs muy diversos, cuya cantidad se mide en unidades físicas distintas; entre
estos factores o recursos productivos se encuentra uno fundamental: la mano de
obra; este factor, como todos los demás, se ha de cuantificar además en
unidades monetarias, ya que ésta es la unidad básica de referencia para
posibilitar tanto los intercambios como los cálculos económicos. Por otra
parte, los outputs o productos de una empresa también se cuantifican
inicialmente en unidades físicas, (distintas para cada tipo de productos) y por
las mismas razones se han de cuantificar necesariamente en unidades monetarias.
La moderación de ese input productivo que es el coste salarial podrá
simplemente instrumentarse a través de una escasa o incluso nula subida en la
revisión anual de los salarios de los trabajadores; ahora bien, esta moderación
supone una simple reducción, pero no supone una racionalización, ya que
determina únicamente un mantenimiento o incluso una reducción en términos
reales de los salarios.
La racionalización del coste laboral va más allá de esto; se trata de
ir a la reducción de los costes laborales que contiene cada unidad física de
producto, esto es, de conseguir una moderación realmente productiva del coste
del personal; se trata, en definitiva, de que se consuma menor cantidad de ese
input por cada unidad de output, esto es, de que el coste laboral de cada
producto que obtenga la empresa sea cada vez menor.
Está claro que una moderación salarial pura y dura, esto es, una mera
reducción de los salarios en términos reales, podrá contribuir (siempre que
suban al menos en la misma cuantía los precios de los outputs producidos) a un
aumento de la productividad, ya que ésto se dará siempre que haya alguna
mejora en el cociente o relación: inputs/outputs. Ahora bien, esta vía -al margen de que pueda resultar necesaria- no es
la única, ni la más adecuada, ya que la ganancia en productividad no se dá
contra la ineficiencia, sino contra el sacrificio de los trabajadores.
Es por ello por lo que habrá que buscar una moderación salarial a través
de la reducción de los costes laborales unitarios, lo cual sí supondrá una
moderación salarial productiva. La realidad actual es que en muchas empresas,
al aplicarse la reducción de los costes salariales vía reducción del número
de trabajadores, se está obteniendo, no una ganancia de productividad contra la
eficiencia, sino contra el número de empleados de la empresa, y en definitiva,
contra el empleo, y por tanto, y consecuentemente, contra la sociedad.
Lo que ocurre en estos casos es que al bajar los outputs en menor medida
que los inputs el citado cociente de la productividad aumenta, y de esta manera
los costes laborales unitarios llegan incluso a decrecer, aumentando en todo
caso el margen unitario por producto vendido, lo cual compensa por lo general el
menor número de productos (y por tanto de veces que se obtiene el margen
unitario) que se vende. El cambiar productividad por empleo constituye, pues,
una medida efectiva a corto plazo que aligera los problemas de las empresas pero
acrecenta el problema fundamental en la sociedad actual: el desempleo.
Una vía sin duda más efectiva, en términos de productividad, y que por
lo tanto aquí preconizamos, es hacer realmente más eficiente en términos físicos
la actividad empresarial, esto es, aprovechando mejor los factores de la
producción, evitando las actividades improductivas, y dándole un uso más
intensivo a los recursos de todo tipo utilizados. Existen a este respecto
diversas fórmulas para mejorar la actividad productiva, tales como:
automatización y racionalización de los procesos, obtención de sinergias a
través de sistemas de fabricación flexibles, racionalización de la gama de
productos que se obtienen, etc.
Continuando en este contexto con la referencia concreta a la mano de
obra, hay que señalar que aprovechando mejor los tiempos de presencia y
motivando salarialmente al trabajador, lo cual se puede conseguir remunerándole
en base al nivel de producción o de servicio realizado, se podrá alcanzar como
condición técnica un mayor nivel de outputs por cada hora o unidad de factor
trabajo, y como condición económica se creará un paralelismo entre la
retribución (coste del input) y el output producido.
La consecución de las dos condiciones citadas viene a asegurar, en fín, un aumento de productividad, ya que en la medida que se logre ese incremento en el aprovechamiento de los recursos de la mano de obra, disminuirán automáticamente los costes fijos unitarios, y además de una posible mejora de la retribución de los trabajadores, ello originará para la empresa un incremento de la renta o beneficio (a través del aumento del margen unitario), lo cual sí representará una ganancia contra la ineficiencia y supondrá una mejora en el nivel de productividad. Ello, además de acercarnos al nivel de productividad de nuestros vecinos de la CEE, podrá otorgar un cierto margen para que nuestros productos puedan ganar competitividad vía precios allende nuestras fronteras.